� Proclamada
en Buenos Aires, Argentina, el 17 de agosto de 1966. � En
Montevideo, Uruguay, el 3 de septiembre de 1966. � En Philadelphia, Estados Unidos de Am�rica, el 15 de noviembre de 1966. |
"Juntadme mis santos..." (Salmo 50:5)
�
Copyright 2002, Adelphia.
Gral.
E. Mart�nez 889, (C1426BBM) Buenos Aires, Argentina. www.philadelphos.org
INDICE
LAS IGLESIAS DEL TESTIMONIO A LOS HERMANOS EN CRISTO JESUS, EN TODAS LAS LATITUDES
"...que hab�is alcanzado fe igualmente preciosa con nosotros en la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo: Gracia y paz os sea multiplicada en el conocimiento de Dios, y de nuestro Se�or Jes�s". (2 P. 1:1,2).
En nuestro car�cter de hijos de Dios, redimidos por la
preciosa sangre y engendrados por el Esp�ritu Santo, ning�n acontecimiento que
en alg�n modo se vincule con la fe y hermandad evang�licas, doquiera se
desarrolle, puede sernos indiferente o dejar de vibrar en nuestros corazones.
Todo nos interesa o afecta en alg�n sentido; las comunicaciones rec�procas nos
acercan; y el v�nculo del Esp�ritu puede despertarnos a un testimonio un�nime
de fidelidad, si media la ofrenda sacrificial de sumisi�n a Su voluntad.
Ello nos impele a considerar eventos de excepci�n,
signados en la Palabra de Dios como "se�ales de los tiempos" que
prenuncian el advenimiento del Se�or para arrebatar a Su pueblo;
particularmente los intentos por destruir los fundamentos de la fe, tales
como:
n las
corrientes teol�gicas heterodoxas que niegan la inspiraci�n de las Santas
Escrituras y otras doctrinas vitales; cuya influencia ha privado en nuevas
versiones de la Biblia, en textos de los que se ha eliminado la Deidad de
nuestro Se�or Jesucristo; y la anunciada preparaci�n de la "Biblia
ecum�nica".
n los
movimientos ecum�nicos entre protestantes-ortodoxos-romanistas,
de concepciones dis�miles que, parad�jicamente, se esfuerzan en intentos
de pretendida unidad.
Adem�s, la existencia de otros movimientos de mayor o
menor �nfasis fundamentalista, opuestos a los anteriores y que, como aquellos,
demandan la adhesi�n y a�n afiliaci�n de las Iglesias.
Finalmente, las actitudes contradictorias que, con
respecto a lo expuesto, se advierten en las filas evang�licas conservadoras,
n de
complacencia, transigencia, equidistancia, aislamiento, y a�n enfrentamientos
no del todo acordes con la Palabra;
n y la persistencia del esp�ritu "denominacionalista" o "sectario", que impide la manifestaci�n plena de la Doctrina B�blica de la Unidad entre los renacidos; todo lo cual es extra�o a la naturaleza del cuerpo de Cristo y contrista al Esp�ritu de Gracia.
POR TODO ELLO:
LAS IGLESIAS CRISTIANAS EVANGELICAS QUE REPRESENTAMOS,
CONFIESAN SOLEMNEMENTE QUE EL ESPIRITU SANTO LES CONSTRI�E A LEVANTAR UN
TESTIMONIO ACORDE CON LAS EXIGENCIAS DE LA HORA, EN FIDELIDAD A LA
Israel vuelve a su tierra; la ciencia y la maldad se
multiplican; la caridad de muchos se resfr�a; la humanidad y la naturaleza
est�n convulsionadas; y entre tantas otras, se distinguen las apostas�as de la
fe, manifest�ndose por la acci�n asociada del "modernismo teol�gico",
con sus falsas doctrinas que carcomen como gangrena (2 Ti. 2:16-18), y del
"ecumenismo", que promueve su indiscriminada y antib�blica unidad.
La necesidad de discernir las corrientes y movimientos
que con tanta instancia nos requieren, obliga a un an�lisis que, al menos,
puntualice sus peculiaridades y las confronte con la Palabra de Dios (1 Jn.
4:1), �nica autoridad que debe normar nuestra conducta (2 Ti. 3:16, 17). En tal
sentir, presentamos a nuestros hermanos esta breve cosmovisi�n del complejo
eclesi�stico, sin otras motivaciones que las que emergen de la caridad y su
compa�era inseparable, la verdad (1 Co. 13:6; Ef. 4:14,15).
Grandes denominaciones, especialmente las surgidas de
la incompleta "Reforma del Siglo XVI" claudicaron al extremo, por
id�ntico proceso de perversi�n: no velaron, no probaron los esp�ritus (de
"profetas y doctores"), no guardaron la Palabra y fueron inficionadas
por las corrientes negativas.
Esas denominaciones y otros movimientos, constituyeron
en agosto de 1948, el "Consejo Mundial de Iglesias", de car�cter
netamente inclusivista: protestantes liberales e Iglesias del rito Ortodoxo,
junto a evang�licos que, atra�dos por el se�uelo de la "unidad", no
advirtieron lo il�cito de la amalgama heterog�nea en que eran envueltos (Pr.
14:15). Jam�s se olvide que la unidad es ilusoria donde no existe el nuevo
nacimiento, y en lugar del verdadero Cristo, se confiesa como tal al "hijo
de Jos�" o se adora al "Jes�s sacramentado".
Su base doctrinal actualizada en Nueva Delhi, 1961,
dice: "El Consejo Mundial de Iglesias es una asociaci�n fraternal de
Iglesias que confiesan a Jesucristo como Dios y Salvador, seg�n las Sagradas
Escrituras y se esfuerzan por responder juntas a su com�n vocaci�n para la
gloria del solo Dios, Padre, Hijo y Esp�ritu Santo".
Obs�rvese que m�s que base firme, es una
generalizaci�n, pues sus t�rminos permiten tal flexibilidad en la
interpretaci�n,
que a�n los "modernistas" la han confesado sin escr�pulos...; pues
al no ser aclarada debidamente, puede involucrar cualquier concepto: sea que
se acepte o se niegue el nacimiento virginal, la expiaci�n, etc., en cuanto a
la persona y obra del Se�or; sea que se acepte o no la inspiraci�n de las
Escrituras; sea que se adore o no a la Sant�sima Trinidad.
Prodig�se el Consejo en esfuerzos por atraer a Roma
que, en principio, aparentaba desinter�s; aunque posteriormente constituy� el
"Secretariado para la Uni�n de los Cristianos".
Al finalizar el Concilio Vaticano II, se nombraron
comisiones mixtas de estudio en pro de la uni�n. Pero es evidente la
coexistencia de dos conceptos distintos:
n el
"Consejo Mundial", con su m�todo inclusivista -(las Iglesias sobre
bases fraternas de paridad, aprendiendo las unas de las otras)-, aguarda la
renovaci�n que permita la s�ntesis de una "nueva" Iglesia que nadie
sabe a�n precisar...;
n Roma,
"per semper eadem" (siempre la misma), con su presunci�n de
depositaria apost�lica y sus dogmas intocables, no oculta a los "hermanos
separados" que deben volver a la "aggiornata" casa paterna, si
desean gozar de las gracias plenas...(!)
Cualquier concreci�n resultante, por provenir de
mezclas heterog�neas, carecer� de genuinidad y ser� un producto anormal que se
id�ntifica en las Escrituras con Babilonia la Grande (Ap. 17). La voz del Se�or
clama, "SALID DE ELLA, PUEBLO MIO..." (Ap. 18:4).
Hubo reliquias que reaccionaron en defensa de la fe y
se vieron obligadas a apartarse de sus denominaciones ap�statas; constituyendo
nuevos n�cleos en los que preservaron sus doctrinas y pr�cticas tradicionales.
En agosto de 1948, fundaron el "Concilio
Internacional de Iglesias Cristianas", ali�ndose contra las apostas�as. Su
testimonio, en esta parte, ha sido esforzado y meritorio.
Pero deploramos decir que no hicieron provisi�n para
que en su seno se dilucidaran, a la luz de la Palabra de Dios, las
discrepancias interdenominacionales, que permanecen intactas. La Iglesia de
Buenos Aires, que signa esta declaraci�n, pidi� reiteradamente al Concilio que
promoviera, en amor fraternal, la designaci�n de comisiones de estudio para
tratar esas cuestiones, pero no fue o�da.
Tal actitud cierra las puertas al Esp�ritu Santo para
la manifestaci�n plena de la Doctrina B�blica de la Unidad, pues �sta, en el
magisterio apost�lico, no se limita a la "unidad en Cristo"
esencialmente espiritual (Jn. 17:21; 1 Co. 12:13) sino que, partiendo de esa
base, se proyecta a la unidad en doctrina y pr�cticas (Hch. 2:42; 2 Ts.
2:15-17; Ef. 4:1-16), lo cual no admite restricciones, ni puede ser sustitu�do
por ning�n "status" de mera relaci�n interdenominacional (comparar 1
Co. 1:10-13).
La misma base doctrinal del Concilio, transparenta
sensibles omisiones en algunos enunciados evidentemente transaccionales:
n "La
real unidad espiritual en Cristo de todos los redimidos..."
(Que omite el resto de la Doctrina B�blica de la
Unidad).
n �...su
segunda venida en poder y gloria�
(Que pasa por alto el arrebatamiento de la Iglesia y
otros eventos).
n "La
necesidad de mantener la pureza de la Iglesia en doctrina y vida".
(Que omite decir que ello exige tratar las
discrepancias.
Como el Concilio no lo promueve y sus Iglesias-miembros, conservan sus
diferencias, ese enunciado resulta inoperante, si acaso no se reduce a simple
letra muerta).
A�n haciendo abstracci�n de la violencia que debe
hacerse
al Nuevo Testamento, para justificar la existencia de Concilios
"interdenominacionalistas", queda firme el hecho de que su testimonio
es incompleto, por reducirse principalmente a enfrentar enemigos y carecer de
vocaci�n para ayudar a hermanos a resolver sus discrepancias, lo cual pone en
evidencia al esp�ritu "denominacionalista" que impide la plena unidad
b�blica. A los muy amados hermanos que est�n en el Concilio Internacional, les
exhortamos a considerar estas razones a la luz de las Escrituras.
Igualmente, buscan la adhesi�n de la hermandad, otros
organismos que transitan "el camino del medio"; tales como la
Asociaci�n Mundial de Evang�licos, cuya
actitud puede resumirse como "cooperaci�n sin transigencia", sin
apercibirse que a la luz de la Palabra de Dios, cooperar con ap�statas ya es
transigir (Am�s 3:3; Ef. 5:7; 1 Ti. 5:22; 2 Jn. 8-11).
Se advierten, asimismo, Iglesias y denominaciones que
se precian de conservadoras o sanas en doctrina, pero que, no obstante,
permanecen indiferentes o pasivas al mandamiento de redarg�ir (Ef. 5:11), y
toleran en su seno a quienes se mezclan con ap�statas, y a�n con romanistas, en
distintas organizaciones o en eventuales actividades o campa�as, desconociendo
la Doctrina B�blica de la separaci�n (2 Co.6:14 -18).
Tales actitudes inconsultas importan graves peligros,
pues abren la puerta al principio de perversi�n que, inexorablemente, minar�
esas agrupaciones.
Por �ltimo, debemos mencionar la actitud de algunos
hermanos e Iglesias que testifican contra las apostas�as, pero se mantienen
aislados, cuidando su propio redil y rehusando comuni�n con otros hermanos e
Iglesias fieles porque no pertenecen a su n�cleo; actitud sectaria que no
condice con el esp�ritu de la unidad (2 Co. 6:11-13).
Ante esta realidad, sint�ticamente expuesta con serena
objetividad, es innegable que esta hora hist�rica exige de nuestra
responsabilidad cristiana, un testimonio claro y definido.
CUANDO LAS CAMPANAS ECUMENICAS CON SUS VOCES DE
"BRONCE" SON ECHADAS A VUELO: �NO HABRAN DE OIRSE LAS TROMPETAS DE
PLATA DE SONIDO ARGENTINO LLAMANDO AL PUEBLO DE DIOS A SANTA CONVOCACION? (Nm.
10:1,2).
HERMANOS EN CRISTO JESUS: en obediencia a la
voluntad
del Se�or, en Su nombre y para Su gloria, levantamos el testimonio que clama:
�AL
SE�OR, DEL TODO! �A LA BIBLIA, EN TODO!
Al
Se�or, en plena sumisi�n.
A
la Biblia, en pleno acatamiento.
"El que me ama, mi palabra guardar�..." (Jn.
14:23-26).
La necesidad de una identificaci�n precisa, para
evitar equ�vocos, requiere un nombre distintivo que resalte de por s� con
caracteres b�blicos definidos. Por tales razones, hemos concordado en la voz
novotestamentaria de:
"PHILADELPHIA" (AMOR FRATERNAL)
Porque aunque referida a un lugar geogr�fico, determina una Iglesia
(Ap. 3:7-13) que, en la proyecci�n hist�rica de su car�cter y
significaci�n b�blica, se identifica a trav�s del tiempo con todas
aquellas Iglesias que, como ella, testificando por la puerta que el Se�or
abri� y nadie pudo cerrar guardaron la Palabra, no negaron el Nombre,
probaron los esp�ritus, salieron del real, esperan al Se�or. Hoy, como
ayer, aunque dispersa, FILADELFIA est� presente y su testimonio de
fidelidad debe ser o�do.
�����������
Porque su misma significaci�n etimol�gica: "AMOR FRATERNAL", apela fuertemente al coraz�n de los redimidos, en estos tiempos de resfriamiento de la caridad.No se trata, pues, de constituir un "Concilio" o "Consejo de Iglesias",
ni "organizaci�n" de ninguna especie. Esto es un testimonio espiritual que no puede ser regido por jerarqu�as humanas
ni comisiones directivas. Es del Esp�ritu, y cada Iglesia Cristiana Evang�lica local, lo da y representa en cada lugar.
Voceros itinerantes, destacados por las Iglesias, proclamar�n el testimonio a nivel internacional, para llevarlo a
conocimiento de los hermanos en todas las
latitudes.
Las Iglesias del testimonio, declaran que las Santas
Escrituras son su �nica regla de fe, doctrina y pr�cticas. Y como enunciado
b�sico abreviado, entre otras verdades igualmente b�blicas, confiesan un�nimes
las doctrinas que fundamentan su protestaci�n y que son las mismas que han
cre�do y practicado los cristianos evang�licos fieles a las Escrituras por
todos los siglos.
Confesamos Su Deidad; su verdadera y propia humanidad; su nacimiento virginal; su vida inmaculada, la redenci�n de
nuestros pecados por su sangre en su muerte expiatoria y vicaria; su resurrecci�n corporal; su ascensi�n a la gloria; su
prometido retorno en los aires para arrebatar a los suyos antes de la gran tribulaci�n, resucitando a los muertos y
transformando juntamente a los que vivan, para constituir Su Tribunal galardonador y celebrar las Bodas del Cordero; su
venida a la tierra con sus santos para establecer su reino milenial; la resurrecci�n y el juicio final; los nuevos cielos y la
nueva tierra.
4.��� La salvaci�n por gracia, no por obras, recibida mediante el arrepentimiento para con Dios y la fe en el Se�or Jesucristo.
La eterna felicidad de los salvados y el castigo
eterno de los perdidos.
5. �� La obra personal actual del Esp�ritu Santo, �nico vicario del Se�or Jes�s en la tierra, a Quien� glorifica formando la Iglesia,
engendrando, santificando, dotando y fructificando espiritualmente a los creyentes.
6.�
La Iglesia es el cuerpo de Cristo, Quien es su fundamento, cabeza,
Se�or, �nico pont�fice y esposo.
����������� Es columna y apoyo de la verdad.
����������� Sus principales prop�sitos:
predicar, defender y confirmar el Evangelio.
����������� Su forma de gobierno: Teocr�tico -
B�blico - Congregacional.
����������� Sus ordenanzas: el bautismo por
inmersi�n de los creyentes y el memorial de la Cena del Se�or.
����������� Su car�cter: una casa espiritual,
no denominacionalista o sectaria; sea considerada como Asamblea General (Mt.
16:18), sea cada Iglesia local plenamente aut�noma de las otras (Fil. 1:1; Flm.
1,2).
����� 7.
� La unidad espiritual sustancial de los renacidos y su vocaci�n a la
unidad de la fe en doctrina y�� �pr�cticas, para manifestar la plena comuni�n
fraternal.
DIFERENCIAS DENOMINACIONALES
(Doctrinas y pr�cticas en discrepancia)
Diversas circunstancias hist�ricas, se constituyeron
en causales para determinadas concepciones denominacionales, que no siempre se
ajustaron a la pr�stina pureza doctrinal del Nuevo Testamento.
Aunque esto es reconocido por todos, sin embargo, cada
uno, creyendo estar en la verdad, acusa al otro de error. Como es axiom�tico
que no puede haber sobre un mismo asunto dos verdades contradictorias,
concluimos que persistir en aquel estado importa una actitud tradicionalista,
que s�lo sirve para perpetuar errores y discrepancias. Recordamos aqu�, la
expresi�n de Cipriano de Cartago: "COSTUMBRE SIN VERDAD ES ERROR
ENVEJECIDO". Y el juicio del Se�or: "INVALIDANDO LA
PALABRA DE DIOS CON VUESTRA TRADICION" (Mr. 7:13).
-� C�mo explicar el absurdo, desde cualquier �ngulo
que se lo analice, que mientras quienes est�n enga�ados por el que "se
transfigura en �ngel de luz", se esfuerzan en la b�squeda de la unidad;
los hijos de la luz que poseen el Esp�ritu, la Palabra y el Se�or de la unidad,
decidan perseverar en sus divisiones?
No valen aqu� las concepciones de "unidad
escatol�gica" (cuando el Se�or venga se arreglar� todo); ni las teor�as de
la "unidad en diversidad" o "ramificaci�n" del Cristianismo
(unidad b�sica en Cristo, libertad en lo dem�s y en todo caridad). Tales
"razones" implican una acusaci�n al Esp�ritu Santo, de habernos dado
una Doctrina de la Unidad, imposible de realizar entre sus hijos.
Tampoco son correctas las soluciones propuestas. La
del "ecumenismo" es falsa, como ya se ha visto. La del "sectarismo"
(todos seg�n nuestro molde o no son fieles), nada resuelve, porque puede ser
apropiada por cada denominaci�n en contra de la otra. La ofrecida por
coaligaciones, "Concilios" o "Asociaciones"
interdenominacionalistas, que dejan intactas las discrepancias, s�lo sirve
para perpetuar el problema... por t�cito acuerdo.
Queda claro que, aunque todos concuerden en la
"unidad esencial", el dilema permanecer� insoluble mientras no se
acate TODO el consejo de Dios sobre la Unidad.
El testimonio clama: AL SE�OR, DEL TODO! A LA
BIBLIA,
EN TODO!
Esta es la soluci�n. Parecer� ingenua, simplista y
poco novedosa, pero es la verdad.
-"El que quisiere hacer Su voluntad,
conocer� de la doctrina si viene de Dios..." (Jn. 7:17).
Ese es el precio: si no se paga, habr� variantes del mal, nunca un cambio
fundamental.
-� Por qu� desestimar el ejemplo de la Iglesia en
Antioqu�a,
enviando sus mensajeros a la Iglesia en Jerusalem para tratar un problema
crucial en la historia?
Recu�rdese el tan sugestivo pr�logo del acuerdo: "HA
PARECIDO BIEN AL ESPIRITU SANTO Y A NOSOTROS...", lo que
evidencia Su complacencia con la respuesta e implica Su aprobaci�n al m�todo
para obtenerla.
-�Habr� cambiado el Esp�ritu de Gracia al punto que
hoy pudiera decirse: HA PARECIDO BIEN AL ESPIRITU SANTO Y A NOSOTROS...
CONSERVAR NUESTRAS DISCREPANCIAS HASTA EL DIA DE CRISTO?
-�Por qu� no se buscan las Iglesias, hasta
encontrarse, para resolver sus diferencias en amor? �No les ha concedido el
Esp�ritu Santo los dones doctorales?
-�D�nde est�n los varones de Dios, cayendo sobre sus
rodillas, rendidos al Amado, llenos de Esp�ritu, buscando a sus hermanos para
confirmarlos? Cuando apareciere el "Pr�ncipe de los pastores":
�Sobre qu� frentes posar�n Sus benditas manos la corona incorruptible de
gloria?
El Se�or, enfatizando que la plena unidad y comuni�n
de sus redimidos, testifican del origen divino de su Redentor, expres� en su
oraci�n pontifical:
�.... que todos sean una cosa ; como t�, oh
Padre, en mi, y yo en ti, que tambi�n ellos sean en nosotros una cosa: para que
el mundo crea que t� me enviaste" (Jn. 17:21).
-�C�mo deso�r la plegaria de nuestro Se�or?
Hemos abierto nuestro coraz�n fraterno ante vosotros
en sinceridad, invocando el Nombre del Se�or y la santa y autoritativa Palabra
de Dios, en testimonio a la verdad, sin presumir de "�nicos
poseedores" sino estim�ndonos como sus siervos entre muchos consiervos. Os
rogamos que, en igual sentir, consider�is esta exhortaci�n fraternal. Y si la
compart�s, hac�dnoslo saber.
Anhelamos comuni�n con vosotros, la misma del primer
siglo de la Iglesia; para apoyarnos en oraci�n y ayudarnos mutuamente en el
cumplimiento del mandato de predicar, defender y confirmar el Evangelio.
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ALCEMOS EL TESTIMONIO CON VOCES CONCORDADAS.
TRANSITEMOS LAS SENDAS ANTIGUAS, ORANDO Y OBRANDO CON FE Y AMOR. Y ENCENDIDAS
NUESTRAS ANTORCHAS, VELEMOS JUNTOS LA SANTA VIGILIA DE NUESTRA BENDITA
ESPERANZA: LA VENIDA DEL SE�OR PARA ARREBATAR A SU PUEBLO!
Las Iglesias signantes suministrar�n todo informe o
aclaraci�n que se les solicite. Sin perjuicio de ello -por su ubicaci�n
central y a efectos de un mejor ordenamiento- se ha encomendado la tarea de
recibir y distribuir informaci�n, a la Iglesia Cristiana Evang�lica en calle
General Enrique Mart�nez 889. Buenos Aires, Rep�blica Argentina, cuyos
miembros fundadores iniciaron en la margen Argentina del R�o de la Plata, el
testimonio de separaci�n de toda apostas�a, en Noviembre de 1935.
�
IGLESIA CRISTIANA EVANGELICA en Buenos Aires, Argentina.
�
IGLESIA CRISTIANA EVANGELICA en La Plata, Prov. de Buenos Aires, Argentina.
�
IGLESIA CRISTIANA EVANGELICA en Caseros, Prov. de Buenos Aires, Argentina.
�
IGLESIA CRISTIANA EVANGELICA en Villa Jos� Mar�a Bosch, Prov. de Buenos Aires, Argentina.
�
IGLESIA CRISTIANA EVANGELICA en Quilmes, Prov. de Buenos Aires, Argentina.
�
IGLESIA CRISTIANA EVANGELICA en Juan Mar�a Guti�rrez, Prov. de Buenos Aires, Argentina.
�
IGLESIA CRISTIANA EVANGELICA en Necochea, Prov. de Bs. Aires, Argentina.
�
IGLESIA EVANGELICA CRISTIANA en Coronel Su�rez, Prov. de Buenos Aires, Argentina.
�
IGLESIA CRISTIANA EVANGELICA en San Fernando, Prov. de Buenos Aires, Argentina.
�
IGLESIA CRISTIANA EVANGELICA en Montevideo, Rep. Oriental del Uruguay.
Dada en la Ciudad de Buenos Aires, Rep�blica
Argentina, a los 17 d�as del mes de Agosto del a�o de gracia 1966.