LA INFALIBILIDAD, INERRABILIDAD Y AUTORIDAD DE LAS SANTAS ESCRITURAS

Por Armando Di Pardo

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1. El debate de los siglos

2. Definici�n de infalibilidad, inerrabilidad y autoridad b�blicas

3. Objetores y objeciones

1. El reinado de Peka (2 R. 15: 27)

2. El reinado de Ezequ�as (2 R. 18: 1)

3. Los "lugares altos" en Jud�.

4. La cita de Jerem�as en Mateo 27: 9.

5. El llamamiento de Abraham en el discurso de Esteban.

6. El lugar de la sepultura de Jacob en el discurso de Esteban.

7. El canto del gallo y la negaci�n de Pedro.

8. La duraci�n de la esclavitud en Egipto de acuerdo con Pablo.

4. "Sola scriptura"

1) "Las palabras de Jehov�, palabras limpias."

2) "Palabra refinada en horno de tierra."

3) "Purificada siete veces."

 

 

1. El debate de los siglos

Ha sido dicho que la materia en foco es el sujeto y el objeto de la discusi�n teol�gica contempor�nea, dado el hecho de que los te�logos, sociedades teol�gicas, consultas y congresos nacionales e internacionales, debaten y publican sobre el tema.

Pero �cuando comenz� realmente el debate de esta materia? La real verdad es que tuvo inicio cuando "aquella serpiente antigua que se llama Diablo y Satan�s" (Ap. 12: 9), se meti� a "teologizar" con Eva sobre la cuesti�n principista de la "infalibilidad, inerrabilidad y autoridad de la palabra de Dios", pues tal era el asunto de fondo involucrado en la tentaci�n que comenz� diciendo: "�Conque Dios os ha dicho...?" (Gn. 3: 1).

Tal fue el "peque�o fuego" que encendi� tan "grande bosque" (comp. Stg. 3: 5), a trav�s de los siglos. Es triste la comprobaci�n de que ahora, en las postrimer�as de la Edad de la Iglesia, la vieja cuesti�n ha resurgido agitada por neomodernistas y tambi�n por algunos hermanos neoevang�licos o filoneoevang�licos.

2. Definici�n de infalibilidad, inerrabilidad y autoridad b�blicas

La Santa Biblia es infalible en todas sus ense�anzas, inerrable en todo cuanto registra y, por lo tanto, autoritativa en todo su contenido, porque s�lo ella, como libro, es la "TODA ESCRITURA INSPIRADA DIVINAMENTE" (2 Tim. 3: 16), o sea, "LA PALABRA DE DIOS" (Ef. 6: 17).

Infalibilidad, inerrabilidad y autoridad b�blicas, no son pues, materias independientes o separadas, ni separables de la inspiraci�n, sino indisolublemente unidas a esta �ltima de la cual emanan como su fruto natural. La inspiraci�n divina verbal y plenaria de las Sagradas Escrituras, es, pues, el fundamento inamovible e inconmovible sobre el cual descansan su infalibilidad, inerrabilidad y autoridad. El orden es el siguiente:

1. Las Sagradas Escrituras, por ser inspiradas por Dios,

2. son infalibles e inerrables y, por lo tanto,

3. son autoritativas.

Dios es "Dios de verdad" (Dt. 32: 4). El Padre es Verdadero (Jn. 3: 33; 8: 26), el Hijo es la Verdad (Jn. 14: 6), el Esp�ritu Santo es Verdad (Jn. 14: 17; 15: 26; 16: 13). Puestos a la tarea de revelaci�n y de inspiraci�n, s�lo pod�an producir una cosa: "LA PALABRA DE VERDAD" (2 Co. 6: 7�; Ef. 1: 13�), pues "es imposible que Dios mienta" (He. 6: 18). La inspiraci�n compromete el car�cter mismo de Dios y por ella el mismo car�cter de Dios avala entonces el registro escrito de lo inspirado, o sea, a las Escrituras. Estas, consecuentemente, son tan veraces como veraz es Su inspirador. Por tal raz�n son infalibles y sin error y de autoridad absoluta en todo su contenido. "Escrito est�" (Mt. 4: 4, 7, 10) es la declaraci�n autoritativa de la autoridad m�xima, el Se�or Jesucristo, referente a la autoridad de la palabra escrita. "Err�is ignorando las "Escrituras" (Mt. 22: 29) establece que los yerros no est�n en la Biblia, sino en los que, ignorando lo que ella dice, la acusan de error. "...que en nosotros aprend�is a no saber m�s de lo que est� escrito" (1 Co. 4: 6) es terminante en cuanto a la autoridad de la Palabra de Dios para los cristianos.

3. Objetores y objeciones

a) Los neomodernistas, como lo vemos por el ataque de los neoortodoxos. Escuchemos a Karl Barth, por ejemplo:

"Los profetas y ap�stoles, aun en su oficio, aun en su funci�n como testigos, aun en el acto de escribir su testimonio, eran, como lo somos nosotros, capaces y hasta culpables de error en su palabra hablada y escrita.

Si Dios no tuvo verg�enza de la falibilidad de todas las palabras humanas de la Biblia, de sus inexactitudes hist�ricas y cient�ficas, de sus contradicciones teol�gicas, la incertidumbre de su tradici�n y, por encima de todo, de su juda�smo, sino que adopt� e hizo uso de sus expresiones en toda su falibilidad, no necesitamos tener verg�enza cuando El desea renovarlo a nosotros en toda su falibilidad como testigo; y es meramente ejercitar voluntad propia y desobediencia el tratar de encontrar algunos elementos infalibles en la Biblia." ("Church Dogmatics", I, trad. Thomson and Knight, pp. 528, 529, 531.)

b) Los hermanos que influenciados por tales ideas y por otros enunciados parecidos de la cr�tica de la Biblia, ceden terreno en el �rea vital de la inerrabilidad b�blica. Especialmente se da este caso entre los neoevang�licos, o entre los que sin reconocerse como tales, sin embargo comulgan con sus ideas. Tristemente, estos hermanos no se distinguen como defensores de la Palabra, sino m�s bien como cuestionadores. Aunque la creen infalible en cuestiones de fe respecto de la salvaci�n, no la creen inerrable en todo lo dem�s y determinan la autoridad s�lo en aquellas cuestiones relacionadas con la vida espiritual. Un ejemplo de ello se da con toda claridad en el tomo titulado "El debate contempor�neo sobre la Biblia", de "Ediciones Evang�licas Europeas", editor J. Grau, Barcelona, Espa�a, 1972, en el cual se publican las ponencias de la Conferencia Teol�gica de Cochabamba. En varias de ellas se trata despectivamente al fundamentalismo y a fundamentalistas, aunque no se apercibe real comprensi�n de lo que es uno y lo que son los otros y las versiones que de los mismos se ofrecen son, m�s que err�neas, pueriles. Pero, aparte de ello, concuerdan en sostener que la Biblia es confiable s�lo en asuntos de fe y conducta y que fuera de eso no debe pretenderse infalibilidad. Citamos:

"�Pero hasta d�nde se extiende esta infalibilidad? Es un hecho comprobado que en el �rea de la historia, la literatura, las ciencias naturales y la arqueolog�a existen en la Biblia algunos problemas dif�ciles de solucionar. Pero esto nada tiene que ver con su infalibilidad. Tenemos que recordar que la Biblia no es un libro de texto de historia, bot�nica, ciencia o ling��stica. Su prop�sito es ense�arnos acerca de Dios y del camino de la salvaci�n del hombre. Es verdad que la Biblia contiene mucho sobre estos temas, pero �sta no es informaci�n del tipo de un libro de texto, sino m�s bien incidental. Emil Brunner tiene raz�n cuando dice: "En tanto la Biblia habla sobre asuntos de conocimiento secular, no tiene autoridad docente. Tampoco su cuadro astron�mico y cosmol�gico del mundo, ni su punto de vista geogr�fico, ni sus declaraciones geol�gicas, etnol�gicas e hist�ricas nos amarran, sean que est�n en el Antiguo Testamento o en el Nuevo." (Del mensaje del Sr. I. E. Amaya, p. 102.)

Como se ve, hay cierta identidad entre las objeciones de Karl Barth y las que se aprueban por I. E. Amaya citando precisamente a otro neoortodoxo como E. Brunnes. En otro de los mensajes de la misma Conferencia, se repite el caso. C. R. Padilla insiste en el concepto de infalibilidad en asuntos sobre la salvaci�n, pero no inerrabilidad en registros.

�Qu� tenemos contra todas esas objeciones? Que el testimonio de los ap�stoles y del Se�or Jesucristo no apoya tales premisas. Citamos:

"...la profec�a no fue en los tiempos pasados tra�da por voluntad humana, sino los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados del Esp�ritu Santo." (2 P. 1: 21)

"Tened por salud la paciencia de nuestro Se�or; como tambi�n nuestro amado hermano Pablo, seg�n la sabidur�a que le ha sido dada, os ha escrito tambi�n; casi en todas sus ep�stolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas dif�ciles de entender, las cuales los indoctos y los inconstantes tuercen, como tambi�n las otras Escrituras, para perdici�n de s� mismos" (2 P. 3: 15, 16).

"Por lo cual tambi�n nosotros damos gracias a Dios sin cesar, de que habiendo recibido la palabra de Dios que o�steis de nosotros, recibisteis no palabra de hombre, sino seg�n es en verdad la palabra de Dios, el cual obra en vosotros los que cre�is" (1 Ts. 2: 13).

Todo el contenido de la palabra prof�tica y de la palabra apost�lica se halla all� involucrado, en todo cuanto registran y no solamente en lo relacionado con la vida espiritual; por ejemplo:

qCosmolog�a (Ro. 1: 19, 20; 1 Co. 15: 40, 41).

qCosmolog�a (2 P. 3: 5, 6; Lc. 21: 26).

qAntropolog�a (1 Tim. 2: 13; Hch. 17: 26; 1 Co. 15: 47; Mt. 19: 4).

qAngelolog�a (Ef. 6: 11, 12; Jud. 9; Ap. 12: 7).

qSociolog�a (Ro. 13: 1 - 6; Stgo. 5: 1 - 6).

qHistoria (Mt. 24; Lc. 21: 9 - 35; 2 Tim. 3: 1 - 9).

qEtc., etc., etc., etc.

Apenas citamos unos pocos textos para certificar nuestra aseveraci�n y ello del Nuevo Testamento solamente, aunque hay inn�meros asuntos que la totalidad de las Escrituras tratan, todos igualmente inspirados y por lo mismo absolutamente autoritativos, aun cuando se trate de menciones incidentales y de estilo popular. Nadie ha supuesto jam�s que tales menciones tengan el car�cter propio de "libros de texto" sobre cada materia, frase �sta que se nos repite vez tras vez al punto de caer ya en lo rid�culo.

Algunos cr�ticos se caracterizan como "buscadores" de supuestos "errores y contradicciones" en las Escrituras y son capaces de asirse desesperadamente de la m�s �nfima cosa para acusar inmediatamente a las Escrituras como falibles. Lo triste es que existan creyentes que se dejan influenciar por tales cr�ticos y se inclinan peligrosamente en la misma equivocada direcci�n. Har�an bien en recordar cu�ntas acusaciones de tales "cr�ticos" han ido siendo deshechas por fieles eruditos fundamentales mediante investigaciones serias y descubrimientos cient�ficos y arqueol�gicos -a veces insospechados- que Dios produjo en el momento oportuno a trav�s de los tiempos. Pero a�n se constatan ciertas cuestiones que son agitadas, no como motivo de oraci�n y de mejor estudio y m�s constante ocupaci�n en las tareas de dilucidarlas conforme la Palabra de Dios, sino m�s bien como elementos "de prueba" que no tenemos una Biblia inerrable. A veces, son presentadas por ciertos creyentes que no se atreven a acusarlas totalmente como errores y entonces aventuran palabras que "parecen y no parecen" acusaciones, pero que a un observador competente pronto se descubren como insinuaciones a�n tanto o m�s peligrosas que una declaraci�n terminante.

En la obra antes mencionada, se concretan ocho casos como ejemplos de "Pasajes problem�ticos" como se los llama. Los damos acompa��ndolos de muy breves comentarios:

1. El reinado de Peka (2 R. 15: 27)

Que algunos dicen que comenz� en 739 a. de C., y que, seg�n c�mputos partiendo de esa fecha, no pueden ser los veinte a�os, como lo dice el texto.

2. El reinado de Ezequ�as (2 R. 18: 1),

Que ciertos "eruditos" dicen que tuvo lugar entre los a�os 715 - 686 a. de C., lo que no concordar�a en tal caso con el texto que, se dice, "parece colocar el comienzo del reinado en 728 a. de C.

Comentamos: Ambos casos, como es evidente, son vistos por el cr�tico a trav�s de c�mputos de a�os que no son dados en la Biblia, sino que provienen de los int�rpretes. De modo que todo depender� entonces de cu�l sea el m�todo o sistema de computar que el int�rprete emplee. El primitivo Diccionario B�blico por W. W. Rand, contiene una tabla de los reyes de Israel y Jud�, que concuerda con los datos de los textos. De modo que todo depende del sistema que se emplee. Es una cuesti�n que no tiene que ver con la Biblia, que no da las fechas, sino que tiene que ver con c�mputos de hombres que bien pueden tener sus fallos. No hay problemas entonces, sino en los int�rpretes.

3. Los "lugares altos" en Jud�.

En 1 Reyes 15: 14 se afirma que "los lugares altos no se quitaron. En II Cr�n. 14: 5 se afirma que s� se quitaron. "Aqu� hay, al parecer, una clara contradicci�n", concluye el relator.

Comentamos: no hay tal contradicci�n. Con s�lo leer detenidamente los pasajes, se aclara satisfactoriamente el caso. En I Reyes 15: 14 se refiere a los "altos" que estaban en los bosques, fuera de las ciudades, como se lee en el v. 13; pero en II Cr�n. 14: 5 se refiere a los "altos" que estaban, no en los bosques, sino en las "ciudades" y de all� s� fueron quitados.

4. La cita de Jerem�as en Mateo 27: 9.

Es la profec�a sobre las 30 piezas de plata, que el ap�stol Mateo da como de Jerem�as, siendo que, se dice, "en realidad parece haberse tomado de Zacar�as 11: 13."

Comentamos: El ap�stol Mateo basa su cita de Jerem�as en la parte que corresponde "campo del alfarero" (Jerem�as, cps. 18 y 19). Por eso dice Mateo: "Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, que fue apreciado por los hijos de Israel y las dieron para el campo del alfarero, como me orden� el Se�or." De modo que, aunque la profec�a referente a las piezas de plata no est� en Jerem�as, sino parece ser la de Zacar�as -aunque algunos int�rpretes dicen que los detalles de Zacar�as no concuerdan en todo sino s�lo en la cantidad de las piezas de plata-, en cambio los datos sobre el "campo del alfarero" los provee Jerem�as. Y el ap�stol, por inspiraci�n, tom� e interpret� Jerem�as 18 y 19 sintetizando ense�anzas y aplic�ndolas al caso en foco. No hay, pues, problema.

5. El llamamiento de Abraham en el discurso de Esteban.

Hechos 7: 4, dice que Abraham "sali� de la tierra de los caldeos y habit� en Har�n; y de all�, muerto su padre, Dios le traspas� a esta tierra...". Al estudiar el relato de G�nesis, dice el relator, "se deduce que Tar� debi� haber vivido en Har�n por lo menos cincuenta a�os." G�nesis 11: 26 nos dice que Abraham naci� cuando Tar� ten�a setenta a�os de edad. De acuerdo con G�nesis 12: 4, Abraham parti� de Har�n a los setenta y cinco a�os de edad. Por lo tanto, cuando Abraham sali� de Har�n, Tar� habr� tenido como ciento cuarenta y cinco a�os de edad. Sin embargo, G�nesis 11: 32 nos dice que Tar� vivi� en total doscientos cinco a�os. Por lo tanto, cuando Abraham sali� de Har�n, Tar� debi� haber vivido sesenta a�os m�s antes de morir. Esteban dice que Abraham sali� de Har�n despu�s de la muerte de Tar�; de acuerdo con el relato de G�nesis, Tar� vivi� sesenta a�os m�s despu�s de la partida de Abraham de Har�n. Beegle dice que "ni el hebreo ni la Septuaginta apoyan la afirmaci�n de Esteban". Hemos transcrito la entera cita para mostrar lo minuciosos que suelen ser algunos cuestionadores.

Comentario: Hay dos posibilidades para aclarar el caso. Que Abraham saliera y volviera luego para volver a salir una vez muerto su padre, lo cual cubrir�a el per�odo que se presenta como diferencia. O bien, que Esteban no entr� en el detalle preciso, sino que dio en su mensaje delante del Sanedr�n, una declaraci�n amplia y s�lo descriptiva, en t�rminos resaltantes, mostrando s�lo puntos de relieve. Es correcto que la muerte de Tar� ocurriera antes del traspaso desde el v. 1: "El Dios de la gloria apareci�... y le traspas�" (v. 4). De modo que Esteban no hace referencia directa a lo que hiciera Abraham, sino a lo que hiciera Dios con Abraham. No hay real problema.

6. El lugar de la sepultura de Jacob en el discurso de Esteban.

En Hechos 7: 15, 16 se dice: "As� descendi� Jacob a Egipto donde muri� �l y tambi�n nuestros padres, los cuales fueron trasladados a Sich�m y puestos en el sepulcro que compr� Abraham a precio de dinero de los hijos de Hemor de Sich�m." Dice el relator: "Seg�n G�nesis 50: 13, Jacob fue sepultado en Hebr�n (Mamre) en el campo de Macpela, el cual Abraham hab�a comprado de Efr�n el heteo (Gen. 23: 16 - 18). Por otro lado, Jos� fue sepultado en Siquem en el campo que Jacob hab�a comprado de los hijos de Hamor (Josu� 24: 32). Beegle dice que, de acuerdo con Josefo (Antiquities II, 8, 2), todos los hijos de Jacob, excepto Jos�, fueron sepultados en Hebr�n. La evidencia del Antiguo Testamento y de la tradici�n sostienen esta afirmaci�n. �C�mo se explica entonces la declaraci�n de Esteban?"

Comentamos: Algunos aventuraron que se trata de errores de copistas. No lo creemos. Recu�rdese que Esteban estaba hablando delante de jud�os que conoc�an las Escrituras, como lo eran los miembros del Sanedr�n encabezados por el pr�ncipe de los sacerdotes (Hch. 7: 1) y ninguno de ellos le reprueba errores en su discurso. Esto vale tambi�n para el caso anteriormente comentado. De modo que pasamos entonces a tratar los dos elementos del caso propuesto: (1) la compra del sepulcro que Esteban dice haber sido hecha por Abraham, siendo que por Josu� 24: 32 sabemos que compr� Jacob; y (2) la sepultura de los padres de las tribus, que seg�n Josefo fue realizada en Hebr�n y no en Sich�m como dice Esteban.

En cuanto al primer punto, quiz�s Esteban us� all� el modismo de Filiaci�n, muy com�n entre los hebreos, por el cual se menciona a veces el nombre del antepasado para significar un descendiente o viceversa y, por eso, no fue reprochado por el Sanedr�n. Al mencionar "Abraham" puede -seg�n la costumbre hebrea- referirse a uno de sus hijos o a uno de sus descendientes m�s lejanos. Otra posibilidad ser�a que tambi�n Abraham hubiera comprado lugar all� donde luego comprar�a igualmente Jacob, informaci�n que pudo existir en alguna otra fuente conocida de todos en tiempos de Esteban, pero que no disponemos nosotros, sea que se haya perdido, sea que en un futuro pueda ser hallada por nuevas investigaciones.

En cuanto al segundo punto, cabe hacer presente que Josefo suele ser cuestionado por muchas fuentes jud�as que acusan sus escritos como fidedignos y poco objetivos, en sus datos hist�ricos. No necesitamos atarnos a Josefo. Preferimos, atarnos a las Escrituras. Y si bien no podemos, por el Antiguo Testamento, aseverar d�nde fueron sepultados los padres de las tribus, podemos entonces pensar que el Se�or revel� a Esteban esa informaci�n y nos llega a nosotros por su discurso ante el Sanedr�n. No ser�a el �nico caso que hallamos en el Nuevo Testamento de revelaci�n de hechos correspondientes a la historia del Antiguo Testamento. Por ejemplo: en 2 Timoteo 3: 8, leemos: "Y de la manera que Jannes y Jambres resistieron a Mois�s", lo cual nos da los nombres de dos de los magos de Egipto, nombres que no hallamos en el Antiguo Testamento; y en Judas, verso 9, leemos: "Pero cuando el arc�ngel Miguel contend�a con el diablo disputando sobre el cuerpo de Mois�s, no atrevi� a usar de juicio de maldici�n contra �l, sino que dijo: El Se�or te reprenda", relato que no hallamos en ninguna parte del Antiguo Testamento.

Finalmente, si se resisten las posibilidades que sugerimos, todav�a cabe dejar el caso como asunto pendiente de mayor estudio e investigaci�n, pero no codificarlo para "probar", ni siquiera para "insinuar" que la Biblia no es inerrable.

7. El canto del gallo y la negaci�n de Pedro.

Copiamos: "En Marcos 14: 30, Cristo le dice a Pedro: "De cierto te digo que t�, hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, me negar�s tres veces"... Esta misma secuencia y el recuerdo de Pedro de la predicci�n se encuentra en Mateo 26: 34, 74, 75 y Lucas 22: 34, 60, 61. Sin embargo, tanto Mateo como Lucas omiten las palabras "dos veces" y "segunda vez". Es decir, que ambos citan las palabras de Cristo de la siguiente manera: "antes que el gallo cante, me negar�s tres veces". �Cu�l de los evangelistas cita el incidente correctamente?"

Comentamos: Los tres citan correctamente. Aunque Mateo y Lucas dan la idea general del caso, Marcos, en cambio, puntualiza. Recu�rdese que precisamente Marcos estuvo muy en contacto con el ap�stol Pedro (1 P. 5: 13) y seguramente este le informar�a de muchos hechos y dichos del Se�or y de las propias experiencias del ap�stol, de modo que luego, al escribir Marcos su versi�n del Evangelio, puntualizara algunos detalles -como el que nos ocupa- que los otros evangelistas no enfatizar�an. Recu�rdese que los tres primeros Evangelios se denominan precisamente por eso, como "sin�pticos" y es bueno entonces complementar los relatos para tener la versi�n completa.

8. La duraci�n de la esclavitud en Egipto de acuerdo con Pablo.

Copiamos: "En la ep�stola de Pablo a los G�latas, "a Abraham fueron hechas las promesas... Esto pues os digo: que el pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley, que vino cuatrocientos treinta a�os despu�s, no lo abroga, para invalidar la promesa" (3: 16, 17). ...Sin embargo esta cifra (430 a�os) presenta un problema. Seg�n G�nesis 12: 4, Abraham ten�a 75 a�os de edad cuando fue a Cana�n; seg�n G�nesis 21: 5, ten�a cien a�os de edad cuando Isaac naci�; seg�n G�nesis 25: 26, Isaac ten�a setenta a�os de edad cuando Jacob naci� y seg�n G�nesis 47: 9, Jacob ten�a ciento treinta a�os de edad cuando fue a Egipto. Sumando las cifras 25, 60 y 130, el resultado es 215, que fueron los a�os en Cana�n. Exodo 12: 40 dice que el tiempo que los hijos de Israel habitaron en Egipto fue 430 a�os. De modo que el tiempo transcurrido desde la promesa de Dios a Abraham hasta la d�diva de la Ley en el Sina�, fue de 215 a�os, m�s 430 a�os, lo que da un total de 645 a�os. El problema es evidente. �Sac� Pablo su informaci�n de otra fuente fuera del Antiguo Testamento o quiso decir otra cosa cuando dijo que eran 430 a�os? El problema se complica a�n m�s cuando en Hch. 7: 6, Esteban dice que Dios hab�a predicho a Abraham que su descendencia ser�a extranjera en tierra ajena y que los reducir�an a servidumbre y los maltratar�an por 400 a�os, cifra que es confirmada en G�nesis 15: 13. A esto se a�ade la variante de la Septuaginta que traduce Exodo 12: 40 diciendo que el tiempo que los hijos de Israel habitaron en Egipto y en tierra de Cana�n fue 430 a�os, asignando, as� 215 a�os a Cana�n y 215 a Egipto."

Comentamos: Quiz� tenemos all� otro caso en que todo depende del punto de perspectiva que se tome y del m�todo de computar. Hay diferencias entre distintos eruditos en cuanto a datar el tiempo de Abraham y la d�diva de la Ley. Unos datan a Abraham existiendo en 1996 a. de C., otros lo datan en 1700. La Ley es datada por unos en 1445, por otros en 1250/60.

Ateni�ndonos a los datos estrictamente b�blicos y ello del original hebreo (descartando a la versi�n griega de la Septuaginta que no es autoridad en la materia), creemos que Pablo us� all� el modismo de filiaci�n, poniendo a Abraham en lugar de alguno de sus descendientes, posiblemente Jacob, ya que tambi�n a �ste Dios le hizo las promesas dadas a su abuelo Abraham y renovadas a su padre Isaac (G�n. 28: 14 y 46: 1 - 4), o sea, que bien pudo Pablo citar en modo general en cuanto a nombres aunque en modo literal en cuanto a los a�os ya que los 430 a�os por �l citados concuerdan con la cifra que tenemos en el texto hebreo de Exodo 12: 40.

En cuanto a Esteban, no vemos el problema, pues la cifra que da de 400 a�os, seg�n Hechos 7: 6, concuerda con la que tenemos en G�nesis 15: 13, ambos versos dando el per�odo en n�meros redondos.

Creemos pues que debemos aceptar tal como Pablo lo expresa, y cualquier diferencia que pudiera establecerse con el nombre y la data de Abraham, absorberla por inexistente, aplicando el modismo de filiaci�n: Abraham est� puesto o mencionado en lugar de su descendiente, posiblemente Jacob.

Lo importante es mantener una actitud reverencial hacia las Sagradas Escrituras y no hacer tormentas en un vaso de agua, como suele decirse, ante la menor apariencia de diferencias de datas de fechas y de a�os, en los cuales la Escritura guarda silencio. Y cuando no lo guarda, y sin embargo, parecieran existir diferencias, buscar la armonizaci�n y no dar por sentado que all� se ha "descubierto" un error o contradicci�n en las Sagradas Escrituras. La experiencia de larga data ha demostrado en innumeras ocasiones que "la Biblia ten�a raz�n".

Para cerrar estas consideraciones sobre objetores y objeciones, nada mejor que las palabras ya citadas, que son las expresadas por el Se�or Jes�s contestando precisamente a ciertos objetores (saduceos) que ven�an a presentar sus objeciones a las Escrituras. El Se�or les dijo: "ERRAIS IGNORANDO LAS ESCRITURAS Y EL PODER DE DIOS " (Mt. 22: 29)

 

4. "Sola scriptura"

S�lo la Escritura: Inerrable, infalible, autoritativa, pues su total enunciado fue inspirado por el Esp�ritu Santo a sus escritores originales, a quienes el mismo Esp�ritu preserv� de error en su cometido.

"Las palabras de Jehov�, palabras limpias; plata refinada en horno de tierra, purificada siete veces" (Salmo 12: 6)

El contenido de ese texto b�blico es una verdadera mina de riqueza exeg�tica, con cuya consideraci�n cerraremos este tema. El mismo se divide, naturalmente, en tres partes: 1) "Las palabras de Jehov�, palabras limpias"; 2) "plata refinada en horno de tierra"; 3) "purificada siete veces". Examin�moslas en este mismo orden:

1) "Las palabras de Jehov�, palabras limpias."

Esta es una declaraci�n fundamental que, como es obvio, califica tanto gen�rica como particularmente a las palabras habladas personalmente por Dios mismo, como palabras limpias o sin m�cula de ninguna especie. Pero: �cu�les son y d�nde tenemos actualmente esas palabras? En el caso del Salmo 12 mismo, las hallamos expresamente citadas en el verso 5: "Por la opresi�n de los pobres, por el gemido de los menesterosos, ahora me levantar�, DICE JEHOVA: pondr�los en salvo del que contra ellos se engr�e." Por lo tanto, es al verso 5, que el verso 6 alude y califica expresamente en este caso. �Qu� deducidos de ello? Que la palabra hablada por Dios, palabras limpias, est�n registradas fielmente, de modo que palabra hablada y palabra escrita son, a una, palabras limpias. Y de ello da testimonio la misma escritura. No puede ser de otra manera, pues nos ser�a imposible llegar a conocer la palabra de Dios en forma escrita si los registros fuesen espurios.

Consecuentemente, la misma calificaci�n cabe entonces a todos los registros escritur�sticos, traten la materia que trataren, pues todos esos registros fueron, como ya ha sido demostrado en estudios anteriores, inspirados por Dios, lo cual garantiza su exactitud. Por eso afirmamos que toda la Biblia es la Palabra de Dios, sea que nos refiramos a las palabras directamente habladas por el Se�or, sea que nos refiramos a palabras de �ngeles y de hombres en ella registradas por escritores inspirados a as� hacerlo. La Biblia, como documento, es por lo tanto inerrable en lo que registra, sea que registre lo bueno o lo malo, sea que documente palabras santas y acciones perfectas de Dios, sea que registre errores y pecados de �ngeles ca�dos y hombres infieles. Esos son los �nicos "errores" que tiene la Biblia: los errores, las mentiras y los pecados de los seres pecadores en cuanto los tales son los personajes propios de los registros exactos. Ning�n �ngel, ni arc�ngel, santos o rebeldes, ning�n hombre, mencionados en las Escrituras, podr�n arg�ir jam�s que en �stas se ha documentado err�neamente sus palabras o sus hechos. Y en cuanto todo est� all� por inspiraci�n de Dios, luego, ese testimonio b�blico de palabras y hechos est� avalado por el testimonio que Dios, como inspirador, tiene y da como testigo inapelable. Esto hace que la inerrabilidad de los escritos como testimonio de hechos hist�ricos, se acompa�a de la inerrabilidad de los escritos como testimonio que Dios da de esos mismos hechos. Dios no puede errar en ninguna manera, ni cuando habla ni cuando obra ni cuando inspira ni cuando controla ni cuando gu�a. La Biblia toda es, pues, la palabra limpia de Dios en todo cuanto registra.

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Y Dios, que procur� inerrabilidad documentaria en cuanto ata�e a �ngeles y a hombres, �habr�a de incurrir en total descuido y permitir que se registraran err�neamente sus propias palabras y sus propios hechos? �JAMAS! Por lo tanto, cuando la Escritura dice: "En el principio cri� Dios los cielos y la tierra", dice la exacta verdad. Y cuando cuenta c�mo lo hizo, tambi�n. All� no hay mitos, ni leyendas, ni f�bulas, ni zaga, ni folklore, se�ores "cr�ticos". All� hay verdad hist�rica, testificada por Dios mismo. All� y en toda la Biblia. "LAS PALABRAS DE JEHOVA, PALABRAS LIMPIAS."

2) "Palabra refinada en horno de tierra."

A la declaraci�n fundamental ya considerada, acompa�a ahora una figura comparativa, la de la palabra refinada en horno de tierra. Esto refiere y confirma que la aplicaci�n de ese s�mil s�lo puede aplicarse a la totalidad de las Escrituras como tales, como libro que, aunque inspirado por Dios, ha sido escrito por instrumentos humanos. S�lo al proceso por el cual la revelaci�n e inspiraci�n de Dios pas� a tomar forma escrita, cabe aplicar la figura. S�lo al m�todo y manera en que Dios obr� sobre, en y a trav�s de los escritores escogidos para inspirarlos y guiarlos y controlarlos en su tarea, cabe la analog�a. Son los hombres, los "vasos de barro" en los cuales el fuego del Esp�ritu Santo ardi� para sacar, pura y limpia, la palabra de Dios. S�lo, pues, a instrumentos humanos puede referirse la figura. Dios no est� sujeto a proceso alguno que admita ser ilustrado por tales met�foras. Pero s� los hombres por los cuales debi� verterse, cual canales santificados, la preciosa Palabra de Dios. Esta, como la plata refinada, est� libre de toda escoria o elemento ajeno a su propia naturaleza, lo cual declara libre de errores, contradicciones o inconsistencias, la pura Palabra, la limpia Palabra de Dios.

3) "Purificada siete veces."

N�mero que implica perfecci�n espiritual (comparar Ap. 3: 1 con Is. 11: 2), nos habla de que esa "plata refinada", la Palabra de Dios, tiene tambi�n sonido distintivo y exclusivo que adquiere la plata como metal sujeto a tales procesos. Ese sonido es irreproducible e insuperable, no hay metal que lo imite ni domine, y en ello se nos dan unidos los conceptos de infalibilidad y de autoridad que son propios, �nicos, exclusivos y excluyentes de las Sagradas Escrituras. No hay otro lugar donde podamos consultar hoy la Palabra de Dios en cuanto ata�e a todos los asuntos de fe, doctrina y pr�cticas para los hijos de Dios. Las Sagradas Escrituras inerrables en sus registros, infalibles en sus ense�anzas, �nica autoridad para los Cristianos y para la Iglesia de Dios vivo, que es "COLUMNA Y APOYO DE LA VERDAD" (1 Tim. 3: 15).

Ense�adores de la Palabra tienen autoridad y aun un grupo de ellos, junto con otros hermanos ex�getas y predicadores de la Palabra, tienen autoridad (Hch. 15: 1 - 32), siempre que, asistidos por el Esp�ritu Santo (Hch. 15: 28), est�n sometidos a la Palabra de Dios inspirada por ese mismo Esp�ritu y as� sus ense�anzas sean extra�das de o autorizadas por, las Escrituras; o las expresen e interpreten fielmente (Hch. 15: 15 - 17), sin quitarles ni agregarles, sin minimizarlas ni obviarlas, sin tergiversarlas ni contradecirlas, a fin de promulgar su Verdad, cualesquiera fuese el motivo o prop�sito de tal intelecci�n o proclamaci�n o magisterio (1. P. 4: 11).

"SOLA SCRIPTURA": "Toda palabra de Dios es limpia y escudo a los que en �l esperan. No a�adas a sus palabras, porque no te reprenda y seas hallado mentiroso" (Prov. 30: 6). "LAS PALABRAS DE JEHOVA, PALABRAS LIMPIAS." AMEN.