LA UNIDAD CRISTIANA,

A LA LUZ DE LA PALABRA DE DIOS

Presentado por Armando Di Pardo

Resoluciones del Primer Congreso Plenario del Testimonio "Philadelphia"

Necochea, Argentina, 15 al 17 de Agosto de 1970

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1.       Sus relaciones y alcances.

Las relaciones y alcances de la Unidad Cristiana, nos son dadas por el Señor Jesucristo en su oración Sumo Pontificial (S. Juan cap. 17) y tienen que ver originalmente con la Unidad Esencial entre el Padre y el Hijo y luego con la Unidad Esencial entre el Hijo y los Cristianos: "Yo en ellos y tú en mí" (Jn. 17:23a), la cual establece la Unidad de los Cristianos entre sí: "Para que sean... una cosa" (Jn.17:23b).

Para ello, requiere a la Persona del Espíritu Santo, a la Palabra de Dios y al Testimonio de Jesucristo.

2.      Su relación a la Santísima Trinidad.

Por su relación en origen con la Unidad entre el Padre y el Hijo, la Unidad Cristiana reconoce como su eterna fuente, corriente y dechado, a la Unidad Esencial de la Santísima Trinidad: "como tú oh Padre en mí y yo en ti" (Jn.17:21) "...que sean una cosa como nosotros somos una cosa" (Jn.17:22).

La Unidad Trinitaria es, pues, la Unidad Base, de fondo, que las Escrituras revelan como Unicidad (Uno y Único Dios), en Diversidad (Trinidad de Personas), y Unanimidad (manifestación unísona y armoniosa en todos los órdenes).

Ese sello de Unicidad en Diversidad y Unanimidad, determina el verdadero carácter de la Unidad Cristiana en todas sus áreas.

3.       Su relación a la Persona del Señor Jesucristo.

Por su relación vital con la Persona del Hijo, la Unidad Cristiana se define como Cristocéntrica. El Señor Jesucristo, como Persona Teantrópica –Verdadero Dios por Su Deidad Esencial propia y Verdadero Hombre por su concepción y encarnación sin mácula– es la concreción Personal de la Unidad, la Piedra de Fundamento (1ª Co.3:11) que debe ser plantada espiritualmente en los creyentes: "Yo en ellos" (Jn.17: 23ª). Para hacer esto posible, el mismo Señor quitó el pecado por su muerte expiatoria y vicaria y resucitado, ascendió a los Cielos, recibió del Padre la Promesa y bautizó a los suyos con el Espíritu de la Unidad, el Espíritu Santo (Jn. 1:29, 33; Hechos 2:22-24, 32-33).

4.      Su relación a la Persona del Espíritu Santo.

Por su relación vital con la Persona del Espíritu Santo, la Unidad Cristiana es esencialmente definida como "Unidad del Espíritu" (Ef. 4:3). Es por el Espíritu, que el Señor viene a morar en los creyentes (Jn. 14:16-18: 1ª Jn. 3:24); y es por el Espíritu que el creyente es bautizado como miembro del Cuerpo de Cristo (1ª Co. 12:13, 27).

5.      Su relación a la persona del creyente.

Por ser esencialmente Unidad del Espíritu, la Unidad Cristiana se concreta en el creyente en la experiencia del nuevo nacimiento (Jn. 3:3, 5, 6) que el Señor obra en todo aquel que, arrepentido de sus pecados, acepta por fe al Señor como su único Salvador (Jn. 1:12-13; 3:16; Hch. 20:21; 1ª Jn. 5:1; comp. 2ª P. 1:4).

Los renacidos son, por lo tanto, los sujetos propios de la Unidad Cristiana, pues, "si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él" (Ro. 8:9).

6.      Su relación a la Palabra de Dios.

La Unidad del Espíritu, para ser establecida en el creyente, requiere a la Palabra de Dios, puesto que es por la fe que somos renacidos y está escrito que "la fe viene por el oír y el oír por la Palabra de Dios" (Ro. 10:17). Asimismo la Palabra es requerida para la enseñanza de la "sana doctrina" que informa y nutre al creyente y a la Iglesia (1ª P. 2:2; 1ª Ti. 4:13, 6 ; Tito 1:9; 2:7-14).

Por tales razones, el mismo Espíritu proveyó la Palabra, Inspirando las Santas Escrituras, Inerrables, Infalibles, y por lo tanto, la única Autoridad en fe, doctrina y práctica para los Cristianos (1ª Co. 4:6b; 1ª Ts. 2:15: 1ª Ti. 3:14-15; 2ª Ti.3:16).

Y siendo que el mismo Espíritu que nos dio las Escrituras es Quien mora en los renacidos, luego: la única conclusión lógica concebible es que éstos deben tener Unidad en todo asunto o doctrina Bíblica.

La Unidad Cristiana incluye, como consecuencia, la Unidad Doctrinal de los hijos de Dios (Jn. 17:6, 8, 14, 17, 20).

7.      Su relación al Testimonio.

En relación al Testimonio. La Unidad Cristiana es de naturaleza Corporal u Orgánica y Misional. Es Corporal u Orgánica, porque tiene que ver con la Iglesia de Cristo, que es Un Cuerpo para Testimonio (Hch. 1:8; Ef. 3:10; 1ª P. 2:9); y es Misional porque el Testimonio, a su vez, define la naturaleza de la Misión de la Iglesia en y al mundo: manifestar, proclamar y propagar la Unidad.

El Testimonio fue iniciado por el mismo Señor Jesucristo (Jn. 17:4, 6,8) y continuado luego por el Espíritu Santo en y a través de los renacidos (Jn. 15:26-27; Ro. 8:14-18; Fil. 2:1,2). Esa comunión con el Santo, es la llave de la comunión de los santos (1ª Jn.1:3, 7, comp. Fil. 1:3-8). Finalmente el Testimonio del Espíritu se manifiesta con carácter Misional, en la proclamación de la Palabra que propaga la Unidad en el corazón de los que aceptan el mensaje (Jn. 17:18, 20, 21, 23).

Por lo tanto confesamos:

1.       La Doctrina Bíblica de la Unidad Cristiana –por sus connotaciones de origen Divino, su Fundamento, su Vínculo Esencial, su concreción experimental, su Autoridad Doctrinal y sus áreas de manifestación y testimonio–, excluye e invalida en absoluto, todo intento de Unidad según el espíritu, doctrina y modos del "ecumenismo".

2.       La Unidad Cristiana, de conformidad con las Escrituras, no tienen carácter organizacional. Es esencialmente espiritual y como tal, es un don de Dios que, en relación al Espíritu, tiene carácter experimental; en relación a la Palabra tiene carácter Doctrinal; y en relación al Testimonio tiene carácter Misional.

3.       El sello distintivo de la Unidad Cristiana –que proviene de su fuente Divina, se expresa como unicidad en diversidad y unanimidad. Respecto de la Iglesia de Cristo, unicidad refiere a la Una y Única Iglesia ("Mi Iglesia", como la llamó el Señor: Mt. 16:18); diversidad refiere a la pluralidad de Iglesias locales (Ap. 22:16); y unanimidad refiere a su expresión armoniosa en y entre las Iglesias en las áreas de fe, doctrina, comunión, cooperación y testimonio (Ro. 12:18).

4.       Por todo ello:

a)      Reconocemos con gozo y gratitud, la Unidad del Espíritu de todos los renacidos, como miembros del Cuerpo de Cristo (1ª Co. 12:13, 27; Ef. 4.1-6).

b)      Reconocemos, con solemne convicción, que la Palabra nos exhorta a ser "solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz" (Ef. 4:3; Col. 3:15), a mantener la "comunión del Espíritu... siendo todos de una misma mente, teniendo el mismo amor, sintiendo una misma cosa" (Fil. 2:1, 2) y a guardar la "sana doctrina" que el mismo Espíritu nos ha dado en las Santas Escrituras (1ª Co. 2:12- 13; 1ª Ti. 4:6; Tit. 1:9).

c)       Confesamos, consecuentemente, que las discrepancias doctrinales entre los hijos de Dios, tanto en la Iglesia local como en la esfera Inter–Iglesias, no son compatibles con la Doctrina Bíblica de la Unidad Cristiana. Tales discrepancias, deben ser declaradas motivo de especial oración y estudio Bíblico conjunto, de acuerdo con la lección en Hechos 15:1-31, bajo la regla: "siguiendo la verdad en amor" (Ef. 4:15); con el único propósito de que toda doctrina se ajuste a lo estatuido en la Palabra de Dios.

d)      La Unidad del Espíritu, de por sí subjetiva e invisible, si ha de manifestarse en plenitud, deberá guiarnos a satisfacer los niveles de la Unidad que nos es exigible: nuestra sujeción a las Santas Escrituras (Is. 66:2; Jn. 14:20-26; 2ª Ts. 2:15; 3:1; comp. 2ª Ts. 3:6, 14-16). No hay alternativa, si deseamos ser fieles a la naturaleza de la Unidad Cristiana tal como es revelada en la Palabra de Dios; si deseamos de corazón, ser hallados en el día de la Venida el Señor por nosotros, tal como Él lo quiso cuando levantados los ojos al cielo, oró diciendo:

"...que sean una cosa... oh Padre... como nosotros somos una cosa; consumadamente una cosa..."